Alto Verde City

El Padre Durán




El padre Durán en Alto Verde


Pbro. Edgar Gabriel Stoffel

Gracias a la Fundación Internacional Raoul Wallemberg, el nombre del Pbro. Alfonso Durán ha trascendido nuestras fronteras ya que esta entidad ha decidido designar con su nombre el emprendimiento educativo que patrocina y de lo cual se ha informado al mismo Sumo Pontífice Benedicto XVI en una audiencia del pasado 26 de setiembre.

En esta nota, abordamos un aspecto de la vida de este santafesino de adopción como lo fue su dedicación a la atención espiritual de los vecinos de Alto Verde entre los años 1917 y 1918 y si bien es cierto que se trata de un período relativamente corto, consideramos que no por eso es menos importante tanto para el conocimiento del padre Durán como para el de los orígenes del catolicismo en dicho lugar.

Como todos sabemos, al construirse el nuevo puerto de Santa Fe en la primera década del siglo XX hubo de realizar un canal de derivación para lo cual el río fue dragado y lo extraído del mismo depositado en su costado oeste.

Esa lengua de tierra que dependía de la Dirección del Puerto de Santa Fe se convirtió pronto en un asentamiento humano compuesto por personas de escasos recursos ligados al trabajo portuario, a la pesca o desplazados de otros lugares que encontraban allí la posibilidad de construir su humilde vivienda.

El panorama era de una pobreza absoluta en el más amplio sentido de la palabra y movidas por su espíritu apostólico y caritativo llegaron hasta el sitio un grupo de "vicentinas" lideradas por Manuela Funes de Cullen quienes en noviembre de 1916 adquirieron el rancho de Bruno Pérez sobre el citado canal para llevar adelante su tarea y tras ellas, el Pbro. Alfonso Durán.

Para esta época, Alfonso Durán con apenas 10 años de sacerdocio ya era ampliamente conocido por sus cualidades, ejerciendo la docencia, la oratoria sagrada y la capellanía del San José de Adoratrices lo que le permitía una fácil llegada a las familias tradicionales santafesinas, lo cual nunca utilizó para su bienestar personal sino para comprometerlas en la tarea cristianizadora.

Cabe consignar que las Conferencias de San Vicente de Paúl (de allí la denominación de "vicentinas") en sus ramas masculinas y femeninas existían en Santa Fe desde el año 1876 en que se fundó la primera de ellas en la Iglesia Matriz y tiempo después en el Carmen y, en 1905, habían tenido una destacada actuación socorriendo a las víctimas de la inundación que afectó a la ciudad y en 1908 habían inaugurado el Asilo de Mendigos.

Es así que instaladas en el sitio adquirido a Bruno Pérez, de inmediato se abocaron a la enseñanza del Catecismo a los niños y jóvenes y a la promoción humana de los adultos fundamentalmente con la enseñanza de costura y economía hogareña a las mujeres y fue en el marco de esta labor, que el padre Durán advirtió la necesidad de contar con un lugar de culto.

En enero del año siguiente, el director del puerto le manifestó a las apostólicas mujeres que podían disponer de un predio para construir una capilla con la sola condición de que se plantaran árboles que es lo que se obligaba a todos los pobladores.

Obtenido el sitio que se encontraba situado entre las calles Buenos Aires (hoy Zazpe) y Moreno, el Pbro. Durán junto con sus colaboradoras, de sus propios fondos y con la ayuda de una suscripción pública, levantó una capilla de madera con techo de zinc y cielo raso de madera, que medía 18 m de largo por 5 de ancho, con galerías a ambos lados.

Además, disponía de una pieza para sacristía y otra para la guarda de utensilios que en su interior estaba provista de todos los elementos necesarios para el culto y las prácticas piadosas, destacándose las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, la Dolorosa, Virgen del Carmen, San José y la Inmaculada y cuadros de Santa Ana y Nuestra Señora del Huerto.

La misma es colocada bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús, título que perdura durante varias décadas hasta que es sustituido por el de Jesús Resucitado.

El 23 de setiembre Mons. Juan Agustín Boneo cruzó el río acompañado de una importante comitiva integrada por sacerdotes, religiosos, miembros de asociaciones laicales y funcionarios para proceder a la bendición de la flamante capilla y celebrar allí por primera vez la Eucaristía.

Aquel día fue de fiesta para el vecindario mayoritariamente pobre, ya que además de los actos religiosos y la actuación de la Banda de Policía fueron auxiliados con bolsones de yerba, azúcar y pan.

Al mes siguiente para "... el bien espiritual de los habitantes del paraje" se colocaba el Vía Crucis.

En julio de 1918, en orden a profundizar la evangelización del vecindario dado "su increíble grado de ignorancia de las verdades cristianas" el padre Durán impulsó una Misión popular que se extendió a lo largo de diez días, que estuvo a cargo de los padres redentoristas Petriella y Baucken a los que no detenían ni las heladas de esos días ni "el río alteradísimo por los vendavales".

A pesar de que la Misión no dio los resultados esperados según los criterios de entonces (160 confesiones, 137 comuniones, 5 bautismos y 8 matrimonios regularizados) Durán consideraba que había sido importante ya que el terreno quedaba roturado para la siembra.

Asimismo, era consciente de que antes se debía cubrir la desnudez de sus cuerpos con ayudas materiales y allanar los problemas legales que los afligían especialmente a la hora de regularizar los matrimonios, para poder vestir luego sus almas con la gracia divina.

También estaba convencido de que la misma Iglesia debía facilitar la integración de estos vecinos trasladándolos de la jurisdicción parroquial de San Juan Bautista a la que pertenecían a la de la Iglesia Catedral, ya que esta última -río por medio- sólo distaba tres cuadras.

La iniciativa fue bien recibida por el párroco de la Catedral y no hubo oposición por parte del cura de San Juan Bautista por lo cual Mons. Boneo accedió a su pedido con fecha 12 de setiembre de ese año.

Días antes, acompañado por Manuela Funes de Cullen, Carolina A. de Pérez y Adelaida Larguía, hizo una donación al Obispado de la capilla y sus dependencias como así también de todos los ornamentos, imágenes y demás objetos religiosos existentes en ellas, lo cual fue aceptado por el Obispo quien a la par les agradece por "... esta obra de tanta gloria a Dios y bien de las almas".

Finalmente, tras una serie de trabajos realizados en la capilla y con un fondo de 200 pesos para las actividades de la misma, el padre Durán presentó a Mons. Boneo su renuncia como director de esta obra ya que consideraba que gracias a Dios la misma estaba consolidada y porque él se sentía cansado y agotado material y mentalmente por sus numerosas ocupaciones como así se lo ha prescripto el médico que lo atiende.

En la misiva al obispo, sostenía que no se había entibiado su abnegación y se comparaba con el centinela cansado que pide el relevo. Asimismo, le manifestaba su preocupación respecto del acompañamiento espiritual de aquellas laicas tan comprometidas a cuyo trabajo apostólico se había asociado, para que les designara un director.

Mons. Boneo aceptó los argumentos del padre Durán que al decir del obispo no menoscababan su obra y designó al Pbro. Antonio Torres a cargo de la iglesia catedral para su reemplazo, finalizando así su labor pastoral en ese vecindario tan querido.

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