Alto Verde City

La Mateo Booz



La Mateo Booz:
 
voluntad y compromiso por los chicos

Es la escuela N° 1 de isla, algunos de sus alumnos llegan y se van en canoa. A pesar del esfuerzo y compromiso incondicional de sus docentes y directivos, a veces no alcanzan a cubrir todas la necesidades, que son muchas.

La escuela está pasando el puente Héroes de Malvinas, unos pasos más acá de la Asociación Vuelta del Paraguayo. No hay otra forma de llegar que transitar por el camino principal hasta toparse con la institución. Es que las calles no tienen nombre en el barrio. Sólo hay que preguntarle a los lugareños y ellos te indican dónde uno está. Así hicimos para encontrar uno de los lugares más queridos y antiguos del barrio: la escuela Mateo Booz.

La primera impresión que da cuando se llega al portón de chapa que separa a la escuela 1138 de la calle, es que es uno de esos lugares en donde todo se hace a pulmón y, sobre todo, con mucho cariño. La sensación se vuelve realidad cuando al cruzar la puerta, un terrible olorcito a comida te invade la nariz, y un señor con mucha cara de bueno sale a recibirte con la mano estirada en señal de bienvenida.
 
Quien recibe al equipo de "Voces" es Nelson Pinget, director y maestro de la institución donde 48 alumnos almuerzan y meriendan. La Mateo Booz es una escuela rural, categoría establecida por el Ministerio de Educación de la provincia, dada la distancia que mantiene con la ciudad, a pesar de estar a 1.500 metros del Puente Colgante. Los chicos son todos de la zona de islas, del barrio o del balneario de Casa Rizzi y los cuatro docentes, de distintos lugares de la ciudad. También ahí trabajan un portero y un ecónomo.
 
Según cuenta Nelson, los mayores inconvenientes los tienen los días de lluvia: "Llega a llover y nos quedamos aislados por cómo queda el camino. Los chicos vienen igual, y una chica los cruza hasta la escuela en canoa". Una particular forma de transporte escolar, pero transporte al fin. Además de los días que llueve, son seis los alumnos que llegan de esa manera todas las mañanas a las ocho menos diez para comenzar la jornada.

Mientras la cocinera revuelve las ollas humeantes y el aroma se vuelve irresistible, el director camina a paso lento y nos comenta que en la escuela se cursa el EGB completo gracias al sistema itinerante donde, cada 15 días, llegan profesores de distintas especialidades para darles clases a los chicos.

Pican, pican...

Si bien la cuestión del mantenimiento de los caminos de acceso a la escuela es primordial, no es la única falencia de la Mateo Booz.

"Acá el frío o el calor se viven de manera más intensa. En verano los mosquitos son impresionantes. Hemos tenido que trabajar con espirales adentro de los salones porque si no, te comen". Este problema en invierno merma, pero como reconoció Nelson, "se sufre mucho el frío".

Muchos de los alumnos concurren desde la zona de islas, sus padres son pescadores o no tienen un trabajo fijo. Así que las carencias son de las más variadas: libros de lectura, ropa, útiles, zapatillas y aunque cueste creerlo en la era de la informática, no tienen computadora porque "el ministerio no nos manda". También pidieron durante seis años "ventiladores que nunca llegaron. Pero hicimos un beneficio, los compramos y en algunos salones yo pude instalarlos. En otros faltan, por lo que pedimos un subsidio para la instalación, son nada más que 250 pesos y los seguimos esperando".


 

Compromiso desde el corazón

El educativo no es el único vínculo entre los que trabajan en la escuela y los chicos; desde lo afectivo el lazo es mucho más fuerte. "Los chicos tienen carencias de todo tipo, hasta afectivas, porque hay algunos que están solos, a la buena de Dios", explica Nelson sobre lo difícil de su trabajo, y agrega que algunos alumnos "de ocho o nueve años que se dedican a la pesca", a veces "vienen medio dormidos, porque estuvieron toda la noche trabajando".

A pesar del compromiso incondicional, se hace muy difícil levantarse e ir hasta la escuela a ponerle la cara a una realidad que duele y desgasta. Así y todo, Nelson y sus colegas se brindan por completo a su trabajo: "El compromiso nuestro es, en la parte educativa, brindarle a los chicos todo lo que tenemos, con nuestras limitaciones. Aunque estamos cerca de la ciudad, nuestros niños no tienen las mismas posibilidades que tienen en otras escuelas".

Cuando se lo consultó a Pinget sobre la alternativa de dejar la escuela por una donde las condiciones no sean tan inclementes, por primera vez se le fue el gesto sonriente de la cara y contestó con un rotundo "íno!", y aclaró: "Quedé titular acá en el 2000 por decisión mía; yo elegí trabajar acá. Los chicos que vienen acá son excelentes, aunque tengan problemas y muchas necesidades".

Cuando nos fuimos de la escuela, era la hora del almuerzo. Había milanesas, el plato preferido por todos en la escuela, según nos contó uno de los más chiquitos con cara de "panza llena, corazón contento", a pesar de todo.

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