Alto Verde City

La pertenencia



La pertenencia, más allá de las falencias

No quejarse parece ser la premisa de los vecinos de la Vuelta del Paraguayo. La tranquilidad y el esplendor natural se constituyen en la plácida apariencia que compensa cualquier otra falencia. Así lo viven y sienten Marcela y Hugo. Una desde el punto más al este, donde una pequeña loma conduce a la sucesión de ranchos que habita. Otro, desde las casitas lacustres que se construyeron en el marco de un proyecto trunco como una prueba contra inundaciones.

Con 15 años, hace 10 llegó Marcela a este lugar "hermoso, divino, tranquilo", con sus cuatro hijos y el marido que levantó con sus propias manos la precaria construcción de dos piezas en la que viven. Por más que tenga que proveerse del agua para lavar y cocinar de una canilla que está a varios metros de su vivienda, Marcela asegura que "por nada del mundo" se movería de allí.

Y se entiende al observar el entorno y sentir cómo el viento hace chocar las copas de los árboles que sueltan sus perfumes primaverales. Además, los chicos caminan confiables cuadras hasta la escuela donde almuerzan, "a la tarde tienen copa de leche en la capilla" y "durante el día juegan al fútbol en la canchita del club". El marido extrae del entorno la carnada que luego vende y ella, con sus manos, labra la tierra que le da verduras. O sea: "Tenemos todo lo que necesitamos".




SOS agua

Unas cuantas cuadras hacia la entrada del barrio, encontramos a Hugo sentado tomando mate en la puerta de su casa "lacustre". Así denominan a la sucesión de construcciones paralelas que se alzan sobre unos pilotes que las mantienen suspendidas a unos metros del suelo.

"Estas casas las hicieron como una prueba contra las inundaciones" durante la intendencia de Horacio Rosatti. Hugo explica que el propósito consideraba varias etapas más, que no fueron concluidas: "Quedó parado, supuestamente tenía que seguir. Iban a hacer más casas y paneles flotantes".

La intención, continúa, era levantar una serie de residencias a varios pies de altura, unidas entre sí mediante un mecanismo flotante. De esta forma, "si se inundaba uno podía salir entre las casas y, de ahí, hacia un botero". La escapada al río en medio de su avanzada, estaría garantizada si el trabajo hubiese terminado. Pero "no se hizo nada de eso. Quedaron las casitas nomás". Hugo llegó hace 8 años, tiempo suficiente para afirmar que "el barrio es muy tranquilo" y conocer lo que se necesita: un centro de salud y "agua corriente para un par de familias". Ama este lugar, igual que todos los que conviven con él. Por eso aparece el miedo ante la posibilidad de que los quieran "sacar. Quieren hacer un country. Nosotros de acá no nos queremos mover, hay gente que hace más de 40 años que está acá y otros que nacieron acá".

Los silencios que habitan el rincón más islero de la ciudad
 
Las voces de la Vuelta del Paraguayo ronronean con disimulo sus carencias y braman las bondades de un paisaje que se abre generosamente a un sinfín de experiencias. Con una escuela, una comisaría, varios clubes, una vecinal y lo mejor, el río que abraza, los habitantes de este paraje no quieren ni oír hablar de la posibilidad de un traslado.

Alma costera en rostros curtidos, pajas en techos y resecos caminos. Río, sauces y ceibos dan la bienvenida. En feliz convivencia con el murmullo del viento, el avance del cauce y el chapoteo que, al andar, la canoa marca. El imperio del paisaje islero se vive, siente y palpita en el rincón que surge a la derecha del Puente Colgante, o el Oroño, cuando comienza la ruta 168. La pasarela que conduce a Alto Verde es la conexión por tierra con la Vuelta del Paraguayo, que dio en llamarse así por un personaje de esa procedencia que, una vez establecido allí, se convirtió en un referente. Aunque es recomendable, para vivenciar a pleno el litoral, tomar una de las embarcaciones que cruzan el riacho Santa Fe.

 
Un islero de "toda la vida" repasó la historia de su paisaje. Las palabras brotan de Juan Vito con una emoción labriega que delata su procedencia. "Cuando era chico esto no era nada..." y sólo compartían esa contingencia de tiempos sin luz ni caminos "Don Aicardi, los Ramos, los Pinto, los Valenzuela y los Alarcón". Con total felicidad, los hombres ribereños trabajaban el entorno para luego encontrarse con "todo el mundo" en el almacén de ramos generales "Don Moreno", un "bolichón" cuyo dueño, del mismo nombre, instaló "donde está Casa Rizzi".

Daniel Byciuk escucha con atención a Juan antes de reseñar la historia del club del que es concesionario desde hace 8 años: "A Excursionistas lo fundaron en 1937 en este mismo lugar". Era un tiempo de "tribus", como "los Guáchalos y los Tobas, que todavía están". Estas agrupaciones, que resistieron el paso del tiempo, nacieron de encuentros de socios y visitantes del club Regatas que salían a remar por la zona y establecieron base en el barrio, levantaron sus ranchos y los identificaron con nombres. Tales los orígenes de la Agrupación Vuelta del Paraguayo. 

Hoy, este rincón apacible está poblado por 120 familias que tienen todas las intenciones de quedarse ahí, a pesar de los rumores de proyectos de construir un barrio cerrado sobre las 1.400 hectáreas. Es que los vecinos viven felices entre las visitas a los clubes Excursionistas, Atenas y la Vuelta del Paraguayo, la parroquia y la escuela, además de la vecinal. También se reconfortan con la tranquilidad que les brinda la presencia de una comisaría en el lugar.

Tienen todo lo que necesitan, dicen. Y las quejas no se sueltan livianamente, salvo a la hora de hablar de los caminos, que se vuelven intransitables cada vez que llueve. La tranquilidad alcanza cada rincón de la Vuelta del Paraguayo, regada por los perfumes primaverales que sueltan los árboles y las flores, escoltados por el vaivén del riacho en una soledad que no es desierta ni melancólica, sino costera. Y placentera.

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