Alto Verde City

Memorias del cantor

De Horacio Guarany (Editorial Sudamericana)

Capitulo 2




Alto Verde
 

La llegada a Santa Fe me sacudió. Yo tenia seis años. Tantas luces, tantos ruidos, tanta gente, asombroso y miedo, estaba asustado cuando llegamos a la costa del río de Alto Verde. Una canoa nos llevo hasta la casa de una tía, hasta ubicarnos. No demoro mucho hacerlo, pues mi madre (gigante corazón) ubico a las muchachas en casa de la Ciudad, a un hermano en el mercado, y a mí me presto en un almacén de ramos generales de un pariente. Busco un terreno libre y con cajones que tiraban de los barcos, en el puerto, fue armando una casita que luego forraba con lona de alpiyera y pintaba con cal, eran cajones enormes, como contenedores actuales y en poco tiempo tenían mi vieja y mis hermanos la más bella casa de Alto verde, con galería, adornos con plantas y mucho amor, mucho amor. A mi viejo y a otro hermano los trajo en cuanto encontró trabajo de cocinera en la escuela hogar y creo que fueron muy felices en esa casa que cada día me agradaba más. Yo los visitaba de vez en cuando pues mi conchabo no me daba muchos frascos. Me críe en el almacén de ramos generales donde a pesar de mis siete años ya realizaba trabajos no muy de niños.-

Mi casa era muy triste cuando niño

Por todas partes se encendían velas

Había una pascua de luna sin auroras

Cristo de palos y largas cabelleras…

¿Cómo era mi infancia?, Ni recuerdo

uno andaba de yapa, de préstamo,

perdido Entre las hachas y los montes,

Como una flor que hubiera pisoteado.

¿Quién se robo mi niño de las manos?

¿Quién lo golpea?

¿Adónde lo llevaron?

¿Quién lo mato?

¿Quiénes lo despojaron?

¿A sus juguetes quienes lo robaron? ¿Quiénes? ¿Quiénes?

Voy por las calles buscándolo a mi niño

Ese que nunca fui (no me dejaron)

El día que lo encuentre lo haré un hombre

Para que sepa quienes lo mataron

El día que lo encuentre lo haré un hombre,

Para que sepa quienes lo mataron

            El almacén era un lugar muy pintoresco donde recalaban de noche los viejos payadores, cantores, pescadores, estibadores y hasta algún ex presidiario de Ushuaia, bebían sus copas de noche, y a veces peleaban. Yo presencie algunas crueles peleas a cuchillos y a rebenques, duelos a muerte, por que a los diez años era quien les servia sus copas, ya que el pariente tenia un contrato crónico con los naipes. Las discusiones eran por las carreras cuadreras (alli había demás un stud criollo con varios pingos) y tambien por las riñas de gallos, los que domingo a domingo se jugaban la vida con las púas sangrantes. Como si fuera poco, en ese conglomerado de virtudes estaba tambien el SALON OTOÑO, con su centro recreativo volvió la princesa, con piso de madera y encerado. El salón estaba echo con maderas amachimbradas y alli se armaban los bailongos en cuanta fiesta apareciera en el almanaque. Las muchachas del pueblo venían los domingos a la matineé, las otras alta la noche y no siempre. Yo dormía en el galpón de los forrajes abrazado a algún perro, único amigo (el que mucho trabaja, no tiene tiempo de jugar y hacer amigos), será por eso que jamas jugué a la pelota ni se andar en bicicleta. A las muchachas de la noche, solía prestarles mi camita en alguna urgencia, y creo que alguna vez les dije: mama…

            Las jaulas de los gallos, los boxes de los caballos, el almacén, el reparto de carne, los vareos indicados por el cuidador a las cinco de la mañana y las yeguas a la laguna hasta las verijas  y pasto verde y encender el fuego y atender la olla y cebar mate,  barrer y a la noche aguantar a los mamados hasta tarde, a don Jose Firma Paz, sanjuanino que no podía pronunciar Heraclio en su lengua, todavía italianizada y me decia Horacchio, con lo que me bautizo para siempre, o a don Luis Castro, el viejo curandero que estaba tan convencido de que curaba que se hizo picar por una víbora para curarse y termino con una pata atada con cientos de trapos untados con valla a saber que ungüentos. Don Castro venia a tomarse sus vinitos, mientras se lamentaba que era injusto que se le murieran los pacientes mientras mejor los llevaba. La tuberculosis era el azote de esos tiempos y él les frotaba la espalda con aceite caliente, les recomendaba doble alimentación y caminar. Por supuesto que todo eso le daba un alivio temporario que lo hacia soñar que se estaban curando. Pobre don Luis castro, su fase era OKE PAPITO, A QUE TÉ ESTAS CURANDO.-

            En esas noches de atender mamados, mi momento más feliz era cuando llegaba algún cantor o payador. El que más frecuentaba el almacén era Santiaguito Aicardi, que felizmente aun vive con casi noventa y pico de años, quien tocaba la guitarra y acompañaba al flaco Diaz, al negro López, a Albino Esquivel y a tantos otros. De vez en cuando me llamaban y me hacían cantar a mí. Mi repertorio era EL DORADILLO MENTAO, Mi manta pampa, negra consentida, o siboney…… variado programa como se ve, aunque en la escuela (por que a pesar que tenia tanto que hacer, a la tarde iba a la escuela 95, Simón de Iriondo), en la fiesta cantaba, El carretero, decia los versos de Atrevió Aran, y hasta entonaba NOCHES DE RONDA, era el cantor actor de todos los grados, será por eso que nunca tuve un aplazo.-

            Sin embargo, no todas eran flores, pues mi maestro de sexto grado jamas me dio un recreo en todo el año, mientras mis compañeros jugaban, él me sometía a las pruebas de poesías y canciones e interpretaciones por que decia que mi camino no era ese. A veces pienso que mucho no sé equivoco y desde el recuerdo le agradezco con el alma… se llamaba Armando Briggiler. Mis papeles en las fiestas del Colegio iban de un gaucho, un cantor, un ciego, un Italiano, un pescador de las playas de Nápoles, hasta un bailarín y que sé yo cuantos ensayos para lo que al final fue mi vida. Y asi, Entre acomodos con todas las maestras, resulte el mejor alumno, al fin del curso, que eran solo 6 grados y que la academia Pitman, premiaba con tres mese para aprender a escribir a maquina gratis y gracias a eso hoy puedo escribir novelas o mis versos sin tener que recurrir a mi horrible caligrafía. Mi pobreza era Franciscana, el convenio con mi pariente era por la ropa y la comida, pero si bien aquella no era para engordar a nadie, el tapa cueros, era lamentable. Como crecía y las piernas se me volvían peludas, era un drama tener que ir a Santa Fe con pantalón corto, pues tenia dos largos que el tiempo había ultrajado, asi que no tenia más remedio que ir a la Pitman con el corto y las piernas peludas al aire y cuando no, me había enamorado de la maestra, aunque recién tenia 13 años. Se llamaba Eugenia Diez, y yo temblaba cuando la veía.-

            Cuando volvía a mi refugio leía CARTAS DE AMOR, de Marcelo Peyret, IBIS o AURORA Y LAS VIOLETAS, de Vargas Vila y EL DERECHO DE MATAR, de Barón Biza. Eran los libros de mi pariente no muy puritano, ¿no?, y soñaba con ella.-

            Ilusiones de la pubertad que crecían conmigo, primeros toques del misterio del amor, la maravilla del mundo, el máximo dios de todos los tiempos. Yo vivía acorralado por tantas obligaciones que no tenia tiempo para enamorarme, entonces volcaba todas mis ansiedades en cartas que escribía a novias imaginadas, cuadernos enteros que empezaban: Siendo imposible hacerlo personalmente escríbote desde el solitario rincon de mi corazón para decirte que estoy esperándote. ¿Dónde estas? En que recóndito lugar te escondes?, Etc., etc. no sé si lo había leído en algún lugar o brotaba de mí, como un presagio de que algún día escribiría versos… canciones, cuentos, novelas por que tenia tantas cosas que contar al no tener amigos a quienes confiar, volcaban mis sentimientos en cuadernillos, baratos que rasguñaba del almacén. Creo que debo de haber escrito muchos cuadernos que guardaba celoso como un tesoro Entre los diez y quince años. Los guarde hasta los treinta, pero al volver de un viaje a la Unión Soviética, donde fui invitado al festival mundial por la paz y la amistad, los eternos enanos de la mente allanaron mi casa y les secuestraron junto con una maquina de escribir, el grabador, la colección de Horacio Quiroga en castellano, discos con música Rusa que compre allá, alegando que eso era propaganda comunista. ¿La maquina de escribir, y el grabador, tambien? Nunca recupere nada, y lo que más lamentaba haber perdido eran mis cuadernillos de versos y cartas a novias imaginadas… que Dios los perdones, desgraciados….

            En aquel tiempo de la pubertad y los sueños muchas veces soñé con ser bailarín. Me imaginaba viajando por el mundo y mis bailes eran ¿premonición? Igualitos o parecidos a los de ahora, especialmente el tango, aunque yo me imaginaba dando saltos y cabriolas en medio de la danza, cada vez que atravesaba el ancho patio Entre el almacén y el galpón, como casi siempre se oía música, me mandaba unos Cortes y quebradas que ya los quisieran Copes o los Virulazo hoy, aunque aquellos eran el mil novecientos cuarenta, época de tango, música dueña de la mayoría de los sentimientos, Carlos Gardel y de cerca Ignacio Corsini, Agustín Magaldi, Libertad Lamarque, y en Las gateras o en las pistas, Carlitos Roldán, Angel Vargas, Tanturi, con castillo, Pugliese Chanel Moran,  etc., etc. El folklore en Santa Fe, asomaba lentamente, por LT9, Roca Soler, Solía oírse a un lindo dúo, Gandino Chavero, integrado por Angel Gandino, el Entrerriano y Atahualpa Yupanqui.-

Este es solo un fragmento del libro de Horacio Guarany, "MEMORIAS DEL CANTOR" libro el cual se puede adquirir en cualquier librería de nuestra ciudad y del pais. GRACIAS HORACIO, por recordar tus orígenes y por tener en cuenta  a nuestro distrito en todo momento.-


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